Personajes / CARLOS PÉREZ-ALFARO

Carlos Pérez-Alfaro en la última página de El Día de León. © Fotografía: Ana M. Díez.
Carlos Pérez-Alfaro en la última página de El Día de León. © Fotografía: Ana M. Díez.

PERSONAJES A LA ÚLTIMA

CARLOS PÉREZ-ALFARO

FARO DE MIL CAUSAS

Por ELOÍSA OTERO
(Publicado el 14 de enero de 2017 en la última página de El Día de León)

“Llevo 50 años haciendo cosas”, reconoce Carlos Pérez-Alfaro (León, 1948), luchador antifranquista en su juventud e hiperactivo activista social y cultural desde siempre y hasta ahora. “Muchas veces he querido parar, para llevar una vida más reposada, pero al final algo me engancha y vuelvo a estar metido en berenjenales”. El último, la revista de poesía FAKE, rompedora y exquisita, que ya ha recibido algún reconocimiento internacional y que en abril se presentará en la universidad francesa de Tours. Sin embargo… Carlos puede ser muchas cosas, pero no un poeta. ¿Cómo ha llegado ahí?

Mientras tomamos un té en su piso con vistas (grande, práctico, acogedor, en cuyas paredes se despliegan las obras y cuadros de sus amigos y de su vida), me enseña su “curriculum de rojerismo”: dos folios de letra pequeña que sería imposible resumir aquí, por falta de espacio. En él cuenta que procede de una familia riojana en la que hubo represores y represaliados. “Mi padre y su hermano menor fueron esclavos del franquismo, primero presos y luego construyendo carreteras. Al final mi padre fue desterrado y por eso nací aquí”.

En su adolescencia le marcaron dos personas: el profesor Lucio García Ortega, “que me hizo lector, político y tolerante”, y el pintor Manuel Jular (casado entonces con su hermana Maribel) “que me abrió el mundo del arte”. Quizá por eso se decidió por estudiar Filosofía en Salamanca, donde se hizo amigo del poeta Aníbal Núñez, de Sabela García (hija de Agustín García Calvo) y de “la gente más roja que había por allí”. Él también es un “rojo” desde que tiene noción. En 1967 ya militaba en el PCE y formó la primera célula de Juventudes Comunistas de León con un grupo de obreros y estudiantes, pronto bautizado por la Brigada Político Social como “los niños de Mao”. Un año más tarde fueron detenidos, torturados y encarcelados en espera de un juicio, en forma de Consejo de Guerra, que se demoró dos años. A Carlos no le gusta hablar de esa etapa que le dejó secuelas físicas y psíquicas. Psicoanalizarse, años después, le ayudó a superarlo.

Con 21 años se fue a Murcia, dejando atrás aquella terrible experiencia. Estudió Informática, trabajó en una caja de ahorros, se licenció en Psicología Clínica. Ha sido psicoanalista, pero también concejal del PSOE durante ocho años en la capital murciana y director general de Servicios Sociales, volcándose en el apoyo a los colectivos de inmigrantes.

En 2001, cuando se prejubiló, se desvinculó de todo lo político y se hizo voluntario social (Cruz Roja, asociaciones de senegaleses, de marroquíes…). En 2005 regresó a León y continuó con su labor de voluntariado, comprometiéndose en proyectos de dinamización social y cultural, en su mayoría relacionados con inmigrantes y colectivos marginados. También se implicó en otras “causas”, como editar una publicación de recuperación de la memoria histórica (“Resistencia”), organizar ciclos para intentar generar desde la ciudadanía un proyecto de ciudad (“Pensar la ciudad”), difundir la obra del fallecido fotógrafo Norberto Cabezas a través de esa exposición sobre las Marchas Negras que lleva meses recorriendo la provincia (“Norberto en marcha”), o dar a conocer la obra del fallecido pintor César Bobis

“Ahora estoy feliz, tengo tiempo libre, me encanta esta ciudad”, dice con esa timidez que le caracteriza. “En lo político soy escéptico, pero no pesimista. Creo que el ser humano tiene capacidad de transformar el mundo”.  En 2014, además de encontrar el amor, inició la aventura de editar la revista FAKE y en ello sigue, entre otras cosas, con sus amigos Marisa del Riego, Ignacio Fernández Herrero, Irune Vidal y Daniel Caballero. “Sé que no vamos a hacer la revolución con una revista como esta, que trata de no ser convencional, pero ahí está nuestro granito de arena”.

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